[Tarde pero seguro... prosigo.]
Cita número 3. Seudónimo: Willy
Con Willy sucedió algo extraño. No hicieron falta palabras. Nos miramos y fue casi mágico: los dos lo supimos. No tuvimos ninguna duda: no éramos el uno para el otro.
Es aquí donde comprobé otra falla de este sistema. Uno no necesita de 8 minutos para darse cuenta de que no quiere saber nada con el otro.
En fin. Willy debía tener unos 45, 50 años. Lo vi y me sentí como... ultrajada. Lo miré con miedo, como diciendo... "Y ahora me voy a tener que aguantar el momento desagradable en el que vos, viejo, me querés levantar. ¿Por qué me pasa esto a mí?"
Como les conté, no hicieron falta las palabras. El tipo me miró como diciendo... "Sí, es muy bizarro, quedate tranquila que podrías ser mi hija, no te voy a levantar... Transcurriremos estos 8 minutos de la mejor manera posible, y luego no volveremos a vernos".
Y así fue: Boludez va, boludez viene. Pasó el tiempo y sentí que estaba hablando con un tío, un abuelo, un padre, qué sé yo. Nos caimos bien porque nos tuvimos piedad. Ninguno evidenció lo patético de nuestra situación. Nos mentimos dulcemente.
Recuerdo que le conté que estudiaba periodismo. Cuando sonó la campana, me dijo, con tono paternal: "¡Podés hacer una nota sobre esto!". "Podría ser, ¿no?", le contesté.
Y no hicieron falta las palabras para que los dos supiéramos que había algo raro en mi presencia en ese evento. No sé por qué, pero pienso que me descubrió.
1 comentario:
Muy bueno, Ro!!! jajaja Eso se llama conexión!
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