jueves, 29 de enero de 2009

Golpes

Cada vez que Lucía caminaba por la vereda de aquel cementerio escuchaba golpes. Golpes de puño contra una madera. Eran los golpes de un encerrado que quería salir, que pedía que lo saquen.

Ella trataba de no prestarles atención, se apresuraba para oírlos lo menos posible, quería confundir ese sonido con el de sus pasos. Pero todo intento de evadirse era inútil. Se sentía muy estúpida al optar por el camino más largo con tal de no transitar esa vereda interminable y tormentosa.

Había comentado superficialmente ese extraño suceso en diferentes ámbitos, y siempre ocurría lo mismo: la gente se reía, creyendo que se trataba de una broma. Entonces Lucía reía también, y se convencía de que todo eso no podía ser cierto.

Pero los golpes persistían, y el miedo fue creciendo hasta el día número veinte. Aquella mañana Lucía encontró sentado en el piso, apoyado contra la pared del cementerio, a un mendigo. Aturdida por los golpes, quiso pasar sin verlo, pero el hombre le habló desde el suelo.

-Eso que escuchas, muchacha, no trates de callarlo, porque no callará.

-¿Qué sabe usted lo que escucho?

-Los golpes. Los golpes de un muerto que quiere salir.

Lucía dejó caer involuntariamente las llaves que tenía en la mano. El mendigo siguió.

-No te asustes, el muerto vivo no está en el cementerio.

Lucía rió, nerviosa.

- Está adentro de ti. Si escuchas esos golpes es porque has intentado matar a una parte tuya, que afortunadamente no se resigna a morir.

Lucía sabía que lo que decía el hombre era inconsistente. Pero no pudo siquiera hacer uso del sentido común para contradecirlo.

En un instante, recordó aquella promesa que le había hecho a su abuela, a los 11 años: que viajaría por el mundo y probaría el pan de cada ciudad y cada pueblo, para verificar que en cada lugar tenía una fórmula distinta.

Recordó también aquel llamado que prefirió no hacer, aquella denuncia que calló, aquel estudio que no se animó a comenzar.

Lucía se alejó en silencio. Desde entonces, aunque ya no pasa por esa vereda, escucha golpes en cualquier lado, sobre todo los domingos.

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